Esta si es una guerra verdadera, microscópica, que se libra desde el momento en que nacemos hasta el último día de nuestra existencia. Estimular al sistema inmune permite reducir la morbimortalidad por infecciones o cáncer, y una mejor calidad de vida. Solo así ganaremos esta guerra de dos mundos.
No se trata de otra película de ciencia ficción como la que estuvo en cartelera hace poco, en la que seres de otros mundos eliminaban la especie humana de manera rápida. Esta si es una guerra verdadera, microscópica, que se libra desde el momento en que nacemos hasta el último día de nuestra existencia; imperceptible a nuestros sentidos, pero que puede cambiar el rumbo de nuestras vidas.
Todos sabemos que el medio ambiente, aunque parezca muy agradable a la vista, está repleto de virus, bacterias, parásitos y hongos, que en determinado momento y en contra de nuestra voluntad pueden atacarnos, vulnerar nuestras defensas y producir la enfermedad. Para nosotros los médicos es fácil catalogar una gripe (por ejemplo) como “un simple cuadro viral” y prescribir al paciente cualquier antipirético o analgésico, o bien administrar un antibiótico en caso de amigdalitis, dejando que el sistema inmunológico se encargue de eliminar al agente agresor, detener el proceso inflamatorio y reestablecer el orden interno (homeostasis). Aunque parezca sencillo y la enfermedad se resuelva en corto tiempo, todos los mecanismos que nuestro organismo tuvo que poner en marcha son muy complejos y hasta hace poco es que se están revelando. Sin embargo, que ocurre cuando ese cuadro viral se transforma en una neumonía, o cuando el antibiótico “X” es ineficaz contra una bacteria? De ahí viene la famosa frase: “es que tiene las defensas bajas”.
Esa guerra de dos mundos no es otra cosa que la defensa que hace nuestro sistema inmune (o Inteligencia biológica) contra agentes externos (virus, bacterias, parásitos y hongos) a fin de mantenernos sanos y en óptimas condiciones. ¿Qué es entonces el sistema o inteligencia inmune?
El término INMUNIDAD deriva de la palabra latina “immunitas”, y hace referencia a la exención de diversas obligaciones civiles y procesamientos legales ofrecida a los senadores romanos durante el desempeño de sus cargos. Desde el punto de vista histórico, inmunidad significa protección frente a las enfermedades infecciosas. Las células y moléculas responsables de la inmunidad constituyen el sistema inmunitario, y la respuesta global coordinada a la introducción de sustancias extrañas es la respuesta inmunitaria.
La función fisiológica del sistema inmunitario es la defensa frente a microorganismos infecciosos. Esta defensa está mediada por reacciones precoces de la inmunidad innata y por las reacciones tardías de la inmunidad adaptativa.
La inmunidad innata o natural es la que tenemos al nacer, nuestra primera línea de defensa contra el medio ambiente, y está constituida por mecanismos existentes antes de que se desarrolle la infección. Sus componentes principales son barreras físicas como la piel y mucosas, células (como los neutrófilos, macrófagos) y sustancias denominadas citoquinas. Es inespecífica, limitada y no protege contra gérmenes específicos.
En contraparte con la inmunidad innata, existen mecanismos de defensa mucho más evolucionados que son estimulados tras la exposición a agentes infecciosos, y cuya intensidad y capacidad defensiva aumentan después de cada exposición subsiguiente a un determinado microorganismo. Debido a que esta forma de inmunidad se desarrolla como una respuesta a la infección o a las inmunizaciones, recibe el nombre de inmunidad adaptativa o específica. Esta, a diferencia de la anterior, es capaz de distinguir entre gran diversidad de microorganismos y actuar contra ellos, dejando una “memoria biológica” que permite al sistema actuar más rápido ante una nueva exposición. La inmunidad adaptativa está conformada por células denominadas linfocitos y sustancias de gran complejidad como lo son los anticuerpos y las interleuquinas.
El objetivo de este artículo no es hacer una descripción minuciosa de los complejos mecanismos que se disparan una vez que estamos en contacto con un agente agresor, sino saber lo importante que es mantener un sistema inmune lo más apto posible.
Cuando una persona desarrolla un cuadro infeccioso, por ejemplo una infección urinaria, los médicos nos limitamos a la prescripción de un antibiótico, confiados en que esa sustancia se encargará de erradicar el foco infeccioso. Pero no indicamos absolutamente nada para estimular o reforzar las defensas, ya que simplemente: NO EXISTE NINGUN MEDICAMENTO QUE LOGRE EFECTIVAMENTE TAL ACCION. En todo caso, solo se han diseñado algunas drogas, tales como: el Factor estimulador de colonias, Interleukina 2 recombinante, Interferón, que no se indican de rutina, solo en casos muy específicos. Tienen muchas contraindicaciones, un elevado costo y producen numerosos efectos secundarios, lo que limita enormemente su uso.
Sin embargo el panorama no es tan sombrío, ya que como siempre, la naturaleza ofrece soluciones. Existen muchas plantas medicinales que pueden ser indicadas para potenciar nuestros mecanismos de defensa de una manera totalmente natural y sin producir efectos secundarios.
Solo por dar un ejemplo, el Astrágalus membranáceus cuyos principios activos son flavonoides, saponinas y polisacáridos, estimula la síntesis de interleucina 2 (IL-2), Interleucina 6 (IL-6), Interferón alfa y gamma (IFN-, IFN-), Factor de necrosis tumoral (TNF-), favorece la actividad fagocítica de los macrófagos y la proliferación de linfocitos T.
Para el lector común quizás estos términos parezcan confusos, pero para los médicos son del dominio diario y muy importantes tenerlos en cuenta a la hora de ver un paciente inmunosuprimido, con cáncer, leucemia o SIDA. Más aún cuando vemos que ese paciente se va deteriorando a pesar de recibir todos los fármacos que existan para esa enfermedad.
Esto es lo novedoso de la MEDICINA SISTEMICA: Con base en el triángulo de Systemics (Energía, Inteligencia y Organización) y con el uso de plantas superiores, no solo se atacan los signos y síntomas de la enfermedad y su probable causa, sino que además, y MUY IMPORTANTE, se estimula, refuerza y potencia su sistema inmune (o inteligencia biológica), ya que ahí es donde se encuentra el origen de muchas de las enfermedades.
El poder actuar directamente a nivel inmunológico permite no solo una reducción de la morbimortalidad por enfermedades infecciosas o tumorales, sino un acortamiento de la duración de la enfermedad, del período de hospitalización y una mejor calidad de vida para el paciente. Solo actuando en este lado del triángulo de la salud es que ganaremos esta guerra de dos mundos.
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