¿Porqué a muchos médicos les cuesta creer, reconocer o aceptar las inigualables bondades medicinales y curativas de las plantas medicinales, cuyos atributos y propiedades son únicos y cada vez más conocidas?
La tendencia actual es ir hacia lo natural, que es el propio origen de las cosas. Basta remontarnos a la era de Fleming, que revolucionó la historia de la medicina, en 1937, con el descubrimiento de la Penicilina (extraída de un hongo del género Penicillium), hecho que inició la era antibiótica y signó el sendero de la medicina moderna.
Otro ejemplo clásico es el de la Aspirina: la acetilación de la salicina que se encuentra en la corteza del Sauce blanco, fue redescubierta por Felix Hoffman, de la compañía Bayer de Alemania, en la década de 1890, es decir, hace 115 años.
¿Será mera coincidencia que la Penicilina y la Aspirina, medicamentos de gran antigüedad en el mundo, sean de origen natural? ¿Nos preguntamos que sería de la medicina moderna sin el descubrimiento de estos dos hechos trascendentales e históricos.
Entonces ¿porqué a muchos médicos les cuesta creer, reconocer o aceptar las inigualables bondades medicinales y curativas de las plantas medicinales, cuyos atributos y propiedades son únicos y cada vez más conocidas?
Los adaptógenos pertenecen a una categoría de plantas caracterizadas por incrementar la energía, la inteligencia biológica y la estructura y función de los órganos, aportando información vital ordenadora al sistema (términos definidos por el Ing. José Olalde) constituyendo la “Teoría Sistémica de los Sistemas vivientes”.
Las plantas superiores o adaptógenos, en su forma más pura, pueden llegar a contener hasta 150 principios activos, siendo el propio organismo quien decide elegir cual de ellos utilizar, de acuerdo a un mecanismo de necesidad biológica o hambre específica, y de acuerdo a su estado de salud.
Citaré el ejemplo del Panax Ginseng: esta milenaria planta asiática, reconocida por la medicina tradicional china debido a sus polifacéticas propiedades medicinales, contiene principios activos que pueden actuar disminuyendo o aumentando la tensión arterial, es decir, modulan las cifras tensionales. También pueden disminuir o aumentar la glicemia (niveles de azúcar en la sangre), dependiendo de las necesidades del sistema orgánico. Es la inteligencia de la propia célula quien decide elegir de la planta lo que necesita en un momento dado, en su justa medida y proporción. Esta propiedad única y exclusiva de las plantas superiores se denomina bidireccionalidad múltiple, en tanto que un medicamento sintético solo actúa en una sola dirección es decir uni-direccionalmente.
Si se tiene la tensión arterial o las cifras de glicemia bajas, cualquiera que sea el motivo, el organismo toma de los adaptógenos los principios activos que requiere para incrementar estos niveles a valores estables, pero sin llevarlos más allá de los límites normales. Si, por el contrario, hay tendencia a la elevación de la tensión arterial, entonces la inteligencia celular escogerá lo que requiere entre la diversidad de principios activos contenidos en las plantas, que le permitirán su optimización.
Esta es solo una de las razones por las que los adaptógenos carecen de efectos secundarios: porque es el propio sistema biológico quien tiene la opción de elegir. Cosa contraria sucede con un fármaco sintético, ya que al manipularse químicamente una planta o molécula base concentrando y estandarizando un solo componente o principio activo, como el organismo no tiene más elección, toma toda la concentración en un solo intento y no tiene con que balancearse. Esto explica los efectos secundarios causados por los medicamentos sintéticos.
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