Arepas en masa.
Hay que imaginar el ritual que implicaba una silvestre arepa, para darla por olvidada en estos tiempos. Cuando el apuro no había llegado a la Venezuela rural, el rito implicaba desgranar el maíz, cocinarlo, molerlo con la paciencia de un santo, para luego preparar la masa y finalmente asar las arepas. Antes del molinillo de maíz, había que darle duro al pilón.
Pero el pan criollo se montó en el tren de la modernidad en 1954, cuando en las empresas Polar buscaban la manera de obtener harina precocida de las hojuelas de maíz utilizadas para la cerveza.
La idea se le atribuye a Juan Lorenzo Mendoza, quien, ayudado por el maestro cervecero Carlos Roubicek y otros investigadores, dio con la idea y la bautizó Harina P.A.N.
Gran hallazgo, porque desde entonces no tuvo la empresa que importar el flake para las cervezas, y en las mesas venezolanas comenzaron a proliferar con más comodidad las arepas.
En las pantallas chicas, el amarillo del empaque aparecía en blanco y negro, mientras Musiú Lacavaleríe, Yolanda Moreno, La Perfecta Ama de Casa y Cecilia Martínez en Cosas de mujeres, daban a conocer el producto que se instaló en las mesas. Un emblema más criollo, imposible.