jueves, septiembre 15, 2005

Axel Capriles M. // Controlar, dominar, todo

LAS MEMORABLES palabras del ministro Antonio Albarrán resumen la esencia de nuestra tragedia social: "Como aquí tenemos un maestro que todos los domingos nos da los lineamientos, que es el Presidente...". Si un ministro de Agricultura y Tierras, cuyo importante cargo supondría estudios universitarios de cuarto o quinto nivel, se percibe a sí mismo como un párvulo de primaria, ¿qué nos queda para el resto de la población? Lo más interesante de la frase es que ella revela el verdadero desprecio que la oligarquía bolivariana siente por el pueblo venezolano, a pesar de su retórica popular.

Descubre su visión de un pueblo infantil, imberbe; el concepto de una nación formada por niños inmaduros, dependientes, dóciles y sin criterio, que necesitan del paternalismo del Estado. Para colmo de males, el maestro nos salió rousseauniano y se cree la encarnación de la voluntad general. Ya no le basta con darnos lineamientos semanales sino que pretende dirigir absolutamente todo en nuestras vidas porque su visión es la única verdadera y correcta. No hay discusión en clase. Hacemos lo que dice el maestro o estamos raspados.

¿Por qué alguien se siente autorizado a decirnos de qué manera debemos vestir, cuánto dinero podemos usar, qué debemos producir? ¿De dónde proviene ese insaciable deseo de controlar todo, de dominar todo? Se trata de una de las pasiones más devoradoras y extrañas del ser humano, la pasión de mandar, la motivación al poder, necesidad que en nuestro caso ha sido patológicamente exacerbada por la hipertrofia del Estado.

Partimos de una anomalía histórica que ha tenido efectos perversos sobre nuestro desarrollo social. Con una mentalidad anclada en el tiempo de la monarquía de los Habsburgo, el Estado venezolano confiscó los derechos de los ciudadanos y se apropió de los sectores más rentables de la economía. Como dueño absoluto de las riquezas del país, el Estado pudo extender su dominio y someter a una condición de dependencia crónica al resto de la sociedad. ¿Cuánto más control puede soportar un pueblo que se ha preciado de ser amante de la libertad y cuyo himno nacional lo caracteriza como bravo? Por mucho menos se alzó Simón Bolívar contra la opresión colonial.