El Aloe vera es una de las menos entendida, y sin embargo la planta más fascinante del mundo. Posee una larga e ilustrada historia que data desde hace 4'000 años antes de Cristo.
Los Egipcios la veneraban como la "Planta de la Inmortalidad".
Se han encontrado pinturas de esta planta en las paredes de las tumbas de los Faraones. Se sabe incluso que Cleopatra se bañaba en aloe para mantener su belleza y su apariencia juvenil. Alejandro Magno fue aconsejado por Aristóteles que conocía a fondo las virtudes de esta planta, para que conquistara la isla de Socotra en la costa este africana, donde había gran riqueza de aloe. Con estas plantas curaría las heridas de sus soldados.
Marco Polo tomó nota en sus diarios que era una planta muy conocida en China.
El Aloe se menciona varias veces en la Biblia. La más notable es la referencia del evangelio de San Juan (19,39) donde Nicodemo utiliza el aloe para cubrir las heridas de Cristo y preparar su cuerpo para el entierro, según la tradición hebrea. Ponce de León fue al nuevo mundo para descubrir la "Fuente de la belleza". Cuando llegó, los indios le mostraron el aloe y le indicaron que lo utilizaban para muchas cosas; desde acondicionador del cabello, hasta cómo tónico para el estómago.
El gran líder naturalista hindú Mathama Gandi bebía el aloe diariamente.
Hoy se sabe que la planta es conocida prácticamente en cada país del mundo. Millones de personas la reconocen como una planta muy beneficiosas para el hombre.
El aloe no es un cactus. Pertenece a la familia de los lirios, como la cebolla, el ajo o el nabo. Existen más de 250 especies de aloe que crecen alrededor del mundo, aunque la que más propiedades tiene es el "Aloe Vera Barbadensis".
La planta del Aloe crece en áreas tropicales y no puede sobrevivir a las temperaturas frías. La mayoría del aloe que crece en los EE.UU. procede del Valle del Río Grande, en el sur de Texas, de Florida y del Sur de California.
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