La epilepsia es un trastorno a nivel cerebral, muchas veces descrito como una enfermedad crónica, que se caracteriza por provocar convulsiones periódicas y repetitivas, debido al aumento de la actividad eléctrica de las neuronas.
Según los estudios, este padecimiento ataca principalmente a los niños y adultos mayores. Las causas de este padecimiento son diversas, puede deberse a un bajo nivel de oxigenación durante el parto, lesiones cerebrales como traumatismos encéfalocraneales, meningitis, la presencia de un tumor, factores genéticos, y en la mayoría de los cuadros epilépticos, los motivos no pueden ser determinados con exactitud.
¿Qué es lo que exactamente sucede con una persona que padece epilepsia?
En el cerebro, todos poseemos neuronas que se comunican a través de impulsos “eléctricos”. Sin embargo, las neuronas de una persona que presenta epilepsia, llegan en un determinado momento a enviar impulsos eléctricos en conjunto al mismo tiempo, lo cual supera la energía del cerebro, dando como resultado las convulsiones.
Estas son una serie de espasmos musculares involuntarios. En algunos casos, puede incluir la pérdida de conocimiento. Por otro lado, también pueden presentarse los denominados “petit mal”; ataques leves que no desembocan en convulsiones, pueden limitarse a rápidos parpadeos o “mirada perdida”, y duran apenas unos cuentos segundos.
Existe toda una clasificación de los tipos de epilepsia, ya que cada caso tiene una sintomatología muy particular.
El diagnóstico de la enfermedad se realiza a través de un conjunto de exámenes y procedimientos, llevando como premisa que el posible afectado debe haber presentado un mínimo de repeticiones de convulsiones. Comúnmente, se inicia por una tomografía axial computarizada y una resonancia magnética, las cuales permiten observar el cerebro y sus posibles lesiones o problemas como quistes, tumores y cicatrices. También suele realizarse un encefalograma, que permitirá determinar la actividad eléctrica del cerebro.
El tratamiento de la epilepsia se realiza principalmente en base a fármacos anticonvulsivos. Otras opciones incluyen estimulaciones nerviosas y cirugía. Sin embargo, cada caso es “aislado” y el manejo adecuado dependerá del diagnostico del médico.
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