martes, febrero 07, 2006
¿Porqué nos destruye el éstres?
En el día a día de cada uno de nosotros, estamos rodeados de estímulos negativos, capaces de desencadenar una serie de eventos dentro de nuestro organismo, que producen algunas alteraciones que conllevan a la aparición de enfermedades, a corto, mediano o largo plazo.
En cualquier problema de salud actual o cualquier situación que nos ocasione temor, inseguridad, angustia, o ansiedad, sale a relucir la palabra estrés y aunque todos hablamos de este fantasma, no sabemos bien qué es.
El estrés no es una enfermedad, se define como una respuesta normal del organismo ante cualquier situación que altera el equilibrio de una persona, y se presenta en cualquier etapa de la vida, desde la infancia.
Es una situación extrema en la que todos los sistemas que mantienen en funcionamiento a una persona se hallan en el límite de sus posibilidades de resistencia.
Como todo organismo vivo, el cuerpo humano necesita de una armonía completa y equilibrada entre sus distintos órganos y funciones para lograr su finalidad primordial, que es la de perdurar.
La práctica médica ha constatado, durante años, las enfermedades producto del estrés, los estilos de vida actuales son cada día más exigentes, lo que ha conducido al hombre moderno a incrementar notablemente sus cargas y produce la aparición de diversas patologías.
Las reacciones por estrés permiten evitar el peligro, pero cuando los estímulos negativos persisten, no se controla correctamente o se convierte en parte de nuestro estilo de vida, es muy perjudicial para la salud física, mental y social ya que ocasiona principalmente mucha fatiga y la incapacidad de actuar adecuadamente.
Durante la reacción de adaptación al estrés, se activa la liberación de neurotransmisores cerebrales, hormonas (como la adrenalina, noradrenalina, cortisol, ACTH), y otros elementos corporales.
Estas sustancias se vuelcan al torrente sanguíneo y se distribuyen a los puntos clave, donde se librará la batalla por la defensa y la adaptación, haciendo que el corazón, los riñones, el cerebro, las glándulas, los músculos y las vísceras (sistema gastrointestinal, hígado y páncreas) se adecuen a la enorme exigencia que se les impone y se dañen lo menos posible.
Entonces, se inicia una reacción en cadena que provoca el aumento de los niveles de alerta, la transpiración, el aumento de la presión arterial y la sangre es desviada de los intestinos a los músculos, al mismo tiempo que el nivel de insulina y otras hormonas aumentan para permitir que el cuerpo metabolice más energía, pero utilizando como sustrato de esta energía lo que tenemos como reserva funcional.
Si todo lo que se pone en funcionamiento tiene éxito, se logra salir de la crisis y las consecuencias para la salud son mínimas.
En los casos en que las situaciones que conducen al stress sean frecuentes y/o intensas, las probabilidades de adaptación exitosa son menores y se comienzan a evidenciar daños de mayor o menor significación, dependiendo de cual fue el órgano o sistema más afectado por los impactos.
Entre los daños que el éstres puede ocasionar y/o complicar, están las enfermedades cardiovasculares, la artritis reumatoidea, migrañas y dolores extremos de cabeza y músculos de cuello y espalda, calvicie, asma, tics nerviosos, impotencia sexual, irregularidades en el ciclo menstrual, infertilidad, colitis, gastritis, diabetes, pérdida o aumento del apetito, disminución o aumento de peso y muchas otras.
Vemos entonces que ante una situación de estrés, existe un compromiso de todo el organismo.
La permanencia de todas estas alteraciones, y el agotamiento de nuestros mecanismo de adaptación, desencadena la aparición de enfermedades.
Ante todos estos eventos la Medicina Sistémica recurre a la Madre Naturaleza en busca de una seria de plantas cuyos componentes químicos son capaces de aplacar los síntomas físicos y emocionales resultantes del stress, y al mismo tiempo aumenta la capacidad de respuesta para una recuperación más rápida.
Contamos con adaptógenos capaces de modular la respuesta del organismo, relacionada con sus neurotransmisores y hormonas; de activar un mejor sistema para la adaptación del organismo ante el estrés, optimizando las respuestas celulares e incrementando su capacidad de defensa, con la obtención de un organismo que responde mejor a los estímulos, lo que disminuye la incidencia de enfermedades.
El manejo de todas las respuestas celulares, inmunes y neuroendocrinas producidas por el éstres, nos orienta hacia una medicina preventiva.
La Medicina Sistémica incrementa nuestro sistema de adaptación y facilita el manejo de muchas patologías crónicas y sus complicaciones.
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