El insomnio no puede ser considerado como un problema insignificante, ya que constituye un factor que desencadena desórdenes físicos y mentales, problemas laborales, deterioro social, así como una importante reducción de la calidad de vida.
El insomnio puede ser definido como la inhabilidad crónica para obtener la cantidad de sueño necesaria para el funcionamiento y bienestar óptimos.
Constituye uno de los motivos de consulta médica más comunes, afectando a cualquier sexo.
Se presenta más frecuentemente en la población mayor de 65 años.
La salud de toda persona no está en riesgo cuando se duerme un promedio de 6 a 8 horas diarias, sin embargo, los requerimientos de sueño son variables.
Para algunos es suficiente con 4 horas cada noche, mientras que otros necesitan de 10 a 11 horas. Los requerimientos de sueño también cambian con la edad.
Es recomendable escuchar las señales de sueño del cuerpo y tratar de dormir la cantidad de horas que resulten reparadoras.
El insomnio puede ser primario cuando no es causado por ninguna condición física ni mental conocida, o secundario cuando es originado por: abuso de café o alcohol, drogas hipotensoras, betabloqueantes, antidepresivas, broncodilatadoras, anfetaminas, así como la ansiedad, estrés, depresión u otras enfermedades físicas o mentales.
Las consecuencias que el insomnio puede generar van desde la somnolencia diurna, astenia, incapacidad para sentir agrado en asuntos usualmente placenteros, trastornos de memoria y concentración, dificultad para el cumplimiento de las labores diarias, irritabilidad, ansiedad, capacidad disminuida del sistema inmune para combatir infecciones, hasta sentimientos de baja autoestima, depresión e ideación suicida.
La solución para el insomnio representa un reto para los médicos.
El uso de sedantes de acción prolongada o en altas dosis para tratar el insomnio puede incrementar la somnolencia diurna, empeorando el problema en lugar de mejorarlo.
Los hipnóticos, ansiolíticos, antidepresivos o neurolépticos inducen frecuentemente tolerancia al medicamento y no proporcionan un sueño tranquilo y reparador.
Como resultado, la persona puede sentir más dependencia del medicamento y concluir que necesita mayor cantidad.
Cuanto más medicamento se toma, mayor será la tolerancia y los efectos secundarios que se pueden desencadenar.
Cuando se suspenden estos tranquilizantes, es común que el insomnio empeore.
La Medicina Sistémica contraria a la indicación de estas nocivas drogas sintéticas, propone una formulación alternativa que no produce efectos secundarios y que se dirige a la raíz del problema.
Esta alternativa se basa en una combinación de plantas medicinales, que incluye a Rhodiola rosea , Leuzea carthamoides , Valeriana officinalis , Panax quinquefolius , calcio y magnesio.
La acción conjunta de estas plantas y minerales incrementa los tres elementos fundamentales de la salud de toda persona, es decir, generan Energía la cual es utilizada por la Biointeligencia para crear orden y equilibrio en órganos y sistemas, incrementando así el potencial de supervivencia o nivel de salud en las personas.
Estas plantas, ingeridas de manera regular, corrigen los desequilibrios neuro-endocrinos que acompañan al insomnio, por lo que la recuperación es mucho más rápida.
En otras palabras, ofrecen orden al desorden del sistema, de una manera sana, natural y mucho más económica.
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