Pablo Soroa, Agencia de Información Nacional (ain.cubaweb.cu)
Entre las especies peligrosas que pueblan los fondos marinos, el rascacio es de las más temidas, debido a su gran mimetismo y potente veneno, el cual almacena en las espinas de sus aletas dorsales y expele cuando se cree en peligro.
A la espera de su víctima, agazapado en los nichos rocosos o en el fondo marino, asecha el rascacio, definido eufemísticamente pez pequeño de Las Antillas.
Tal ocultamiento obedece a que el animal, de unos 30 centímetros de longitud, carece de la vejiga natatoria, la cual permite a sus congéneres la flotabilidad.
Esa privación incrementa la posibilidad de contacto con el ser humano y de inocularle el veneno almacenado como medio de defensa en las espinas de las aletas dorsales.
La sustancia irritante se denomina tetradoxina y sus efectos los describen indistintamente bañistas y pescadores como una punzada dolorosa o la picada persistente de una avispa, un pinchazo para ser archivado en la memoria.
En una serie de artículos sobre la Fauna Marina Peligrosa, Iván Pérez, investigador jubilado y pescador submarino de la provincia de Santiago de Cuba, expuso sus teorías en torno a la especie Scorpaena y su temido veneno.
Al encuestar a experimentados hombres del mar, estos le confesaron haber recurrido a la morfina para amortiguar el malestar de la tetradoxina; otros, a la aplicación de un tabaco encendido sobre la herida.
Este pez se caracteriza por un mimetismo tal, que es capaz de semejarlo a la roca que lo resguarda y en la cual espera inmóvil e impasible al elemento externo estimulante, para hacerle pagar caro la impensada violación domiciliaria.
Sin embargo, este flemático animalito se asusta ante los movimientos bruscos y rápidos, y huye a sorprendente velocidad antes de que se entre en contacto con él, explicó Pérez.
Pero no todos los bañistas, pescadores o cazadores subacuáticos son favorecidos con esa retirada a tiempo, por lo que resulta aconsejable el empleo de zapatos o aletas de goma al adentrarse en fondos marinos pedregosos.
Si carece de tales medios y visita los dominios de la especie, lo plausible es saber distinguirla de las rocas, y al detectarla poner distancia suficiente entre usted y el introvertido, pacífico y diminuto animalito, que no ataca, pero se defiende cuando siente perturbada su tranquilidad.