Por todas partes escuchamos que una de las cosas más saludables es comer fruta todos los días. Esto no es ningún mito, y el saber popular no se equivoca. Los padres que aconsejan a los hijos comer fruta no están pecando de molestos, por el contrario, están estimulando el desarrollo vitamínico de su organismo mediante la ingesta de uno de los alimentos más importantes.
El secreto de la fruta radica en su fuerza vital. Las frutas son alimentos vivos, no como los productos cocidos o los lácteos que, al estar elaborados y procesados previamente a la ingestión pierden gran parte de sus propiedades vitamínicas, son alimentos muertos. Las frutas están repletas de enzimas y al comerlas no destruimos ninguna vida, siguen madurando dentro de nuestro organismo.
Esta riqueza de las frutas en nuestra dieta merece ser tomada en cuenta a la hora de comer. Pero ¿cuándo comerlas?
Generalmente ingerimos la fruta después de la comida, a modo de postre. Esto es muy sano puesto que evita la ingesta de otros alimentos ricos en grasas y llenos de calorías. Además, debido a los ácidos que contiene, contribuye a la limpieza bucal. Sin embargo, algunos expertos aconsejan ingerirlas antes de la comida, ya que facilita la digestión al poseer ciertas sustancias que estimulan la secreción del estómago. Además, si la fruta es ingerida antes de la comida, produce un efecto saciante que evita la ingesta de grandes cantidades de comida.
Frutas como la piña o la papaya son recomendadas para ser ingeridas en el mismo momento de la alimentación, ya que facilitan la digestión de los alimentos ricos en proteínas.
La fruta no tiene un momento de ingesta completamente definido; por el contrario, es recomendable ingerirla según los intereses de cada uno, o según de cómo nos sintamos a la hora de comer. No obstante esto, no debe olvidarse que la fruta es un componente esencial en cualquier tipo de dieta, ya que es uno de los alimentos más saludables de los que tenemos para elegir dentro del espectro alimenticio.
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