Grecia Ponce/Cambio de Michoacán
Viernes 17 de Junio de 2005
La mayoría de la gente no lo sabe, pero a diario consume alimentos que han sido desarrollados mediante la manipulación de sus genes. En el desayuno, a la hora de la botana o cuando sacia la sed con una cerveza.
Pero las personas lo ignoran porque quienes elaboran esta mezcla de comida chatarra con modificaciones a nivel genético no lo dan a conocer, a pesar de que aún no se ha demostrado que los llamados alimentos transgénicos son inocuos para la salud humana y del medio ambiente.
De acuerdo con una de las participantes en el primer encuentro nacional Ecofeminismo y Alimentación Transgénica, Míriam Sánchez Arredondo, no se trata de atacar este tipo de productos, sino de exigir información sobre ellos.
Dijo que con una actitud científica y objetiva, el discutir sobre los alimentos transgénicos y el desconocimiento de las consecuencias que éstos puedan acarrear es ejercer los derechos ciudadanos: "Lo que sí estamos tratando es que haya una información que se difunda, que fluya ante toda la sociedad y que respeten nuestro derecho a decidir".
De lo que se trata es de ejercer el derecho a la información, dijo la entrevistada, quien expuso que "desgraciadamente" la falta de información se está "tratando de proteger con la Ley de Bioseguridad que acaban de aprobar nuestros ‘representantes’ en el Senado, que no se publiquen los sellos que debería tener este tipo de alimentos: que vienen de productos modificados genéticamente, que son organismos manipulados y que no saben qué repercusiones ocasionan tanto a la salud humana como al medio ambiente".
La economista Míriam Sánchez Arredondo advirtió que "podemos llegar al súper y comprar miles de cosas, una mermelada, un pan o a la tortillería de la esquina y no sabemos que la Minsa, la Maseca que se está utilizando para hacer esas tortillas, viene de alimentos genéticamente modificados".
Pero no se trata de una historia de ciencia ficción, estamos rodeados de genes manipulados.
La canasta genética
De acuerdo con la investigación de Míriam Sánchez -basados en información de Greenpeace, Rafi, Sagarpa y Consumer Inernacional-, por lo menos 41 productos alimenticios industrializados y un número indeterminado de alimentos marca propia de cinco cadenas de tiendas de autoservicio, todos modificados genéticamente, circulan libremente sin que las personas lo sepan. Entre ellos están los productos de Maseca, Misión, Grupo Minsa, Bimbo, Smukers, Del Monte, Herdez, Nestlé, Clemente Jacques, Capullo, Ragú, Mafer, Pronto, Holanda, Helmans, Knorr, Karo, Betty Crocket, Ades, Maizena, Sabritas, Kraft, Great Value, Pringles, Danone, Gamesa, MacMa, Estec, Nabisco, Del Valle, Pepsi, Sonrisa, Santa Clara, Kellogs, Maizoro, Purina, Grupo Modelo, Cervecería Cuauhtémoc y Delimex. Las tiendas de autoservicio cuyos alimentos marca propia se basan en transgénicos son Aurrerá, Comercial Mexicana, Nutrisa, Superama y Wal Mart.
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